Llevo 10 años a la espalda sin ti y todavía no me acostumbro, ayer lloré por ti, ayer te eché mas de menos que nunca, ayer no era un día especial, pero como bien he dicho antes, no me he acostumbrado a vivir sin ti físicamente, sin tu sonrisa, sin tu consejo, sin tu ayuda, sin tu ánimo, sin tu respeto, sin tu emoción, y no me acostumbro el día de tu pérdida, de mi cumpleaños, de tu santo, de navidad, de año nuevo, pues tu falta es constante.
Ayer volví a recordar viejas cosas, tus consejos a bordo de tu Seat ritmo, para mí el mejor Seat del mundo, mientras íbamos de camino a Viveiro o a Suasbarras desde Las lobeiras, me acuerdo de cuando me decías que fuese a pedirle a Granada las chapas que le sobraban para jugar con ellas, me acuerdo de cómo te reías el día que pensé que a una mujer le iban a servir un brazo de gitano como postre, ¡¡¡UN BRAZO DE GITANO, QUE SALVAJES!!! Me acuerdo de ese día, en el que yo, reportero en mi ilusión, te entrevistaba con mi mini cadena de juguete con un micrófono, quien iba a decírmelo, mi primer micrófono… Me acuerdo de cómo, junto a mi hermano, me echabas la bronca por gastarnos las 500 pesetas que nos distes a cada uno en una máquina recreativa, me acuerdo de cuando estabas con bata, “pachucho”, decía mi mami, en fin, era un simple resfriado ¿no?, me acuerdo de mi comunión, con tu sonrisa radiante, elegante como el que más, el baile que te marcaste con tu mujer, mientras os sacaban fotos y sonreías, que era lo que querías enseñarme, que la vida sin sonrisas no tiene sentido, por muy mal que puedan estar las cosas.
Recuerdo… el día de la noticia; yo estaba jugando a la Nintendo 64, al “Wave race”, nunca se me olvidará, cuando mi madre me llamó para que fuese al salón; se la veía como triste, me dijo que me sentase al lado suya, yo pensé que me iba a regañar o a pedirme algo importante, cuando entre lagrimas me dijo que te fuiste, así, de repente, sin saber que no estabas simplemente “pachucho”, sin saber que esa bata que te cubría me estaba diciendo que se te acababa el tiempo, sin saber que te restringías en las comidas porque no era bueno para ti, aunque ya la habíamos liado bastante según tu; sin saber, en definitiva, que tenías cáncer. He de pedir disculpas al mando de la consola que fue desmembrado por mi rabia, por mi inmadurez (lógica para mi edad), por mi frustración, por dolor, por tristeza, por ti.
Llevo 10 años a la espalda sin ti y todavía no me acostumbro, te echo de menos, mis lagrimas lo confiesan en silencio, pero, aparte de las miles enseñanzas que recibí de ti, me acuerdo de tu sonrisa, que es la que me da la vida, cada mañana, cada vez que abro el monedero, cada vez que algo me recuerda a ti, ojala pudiese volver a ver esos labios estirarse hasta hacerse daño, con mis ojos de simple mortal.
A pesar de todos los llantos, a pesar de todas las lagrimas, soy feliz por saber que soy así gracias a las bases que sentaste en mi, puede que no encuentre el cariño que anhelo en aspectos sentimentales, puede que muchas cosas se tuerzan, que no haya ganas ni de ver la luz del día, pero yo seguiré bailando como tú hiciste el día de mi comunión, con una sonrisa a pesar del malestar que llevabas, esa sonrisa.
Gracias, por hacerme feliz toda mi infancia, por saber que fuese donde fuese, la mano de la experiencia me acompañaba, ahora enseñaré a todo el mundo la sonrisa que me hace seguir adelante cada día, y transmitirla con tu ayuda, porque sé que cuando actúo, cuando escribo, cuando ayudo, cuando quiero, no soy una persona, sino dos.
No hace falta saber quién eres, porque como dijiste ante el primer micrófono de reportero ilusionado con sus preguntas sin sentido “no voy a decir nada, que sino luego todo se sabe”. Por ti, las dos erres se escriben con mayúscula.
Rolal oRmos.